¿QUIÉN ES Y CÓMO PIENSA ALEXEI NAVALNY?

Por: John Tickle.

Desde que fue supuestamente envenenado y arrestado en Moscú, el nombre de Alexei Navalny está en los titulares de todos los noticieros. 

Esta fama no le ha venido de forma repentina ya que su figura política es conocida públicamente desde hace 20 años.
Durante todo este tiempo los medios de comunicación occidentales lo han calificado a manera muy contradictoria, ha pasado de ser un “despreciable” racista de extrema derecha, a liberal prooccidental y luchador por la libertad.
Entonces, la pregunta que viene al caso es la siguiente, ¿qué piensa realmente Navalny? ¿Es de extrema derecha o es un liberal?
Exalumno de la Universidad de Yale en Estados Unidos, Navalny entró en la vida política como parte del partido liberal Yabloko en el año 2.000. Inicialmente se apuntó a una de las facciones del partido, pero al poco tiempo entró en conflicto con su organización.

Orígenes racistas

Cuando participó en el grupo ultranacionalista “Marcha Rusa” (que tiene como bandera el estandarte negro, amarillo y blanco del Imperio Ruso) el partido Yabloko lo expulsó de sus filas: «las opiniones de Navalny y el partido son incompatibles».
En 2011 la prensa occidental ya estaba interesada en este nuevo personaje dentro de la escena política rusa. En esos días el New York Times escribió: “Ha aparecido en Rusia un líder que junto a neonazis y cabezas rapadas protagoniza un video que compara a la población del Cáucaso con las cucarachas. Su nombre es Alexei Navalny, en el video habla directamente a la cámara: “si bien las cucarachas se pueden matar con una zapatilla en el caso de los humanos se recomiendo una pistola”.
Por su parte la BBC relata que en un mitin de la «Marcha rusa» de unas 7.000 personas Navalny declaró con cierta solemnidad: «Tenemos graves problemas con la migración, tenemos un grave problema del Cáucaso, tenemos el problema de los delitos étnicos…».
Dos años después Navalny volvió a saltar a los titulares al apoyar los disturbios raciales en la ciudad de Biryulyovo, donde unos 1.000 nacionalistas atacaron a inmigrantes de Asia central.
Según la BBC los participantes coreaban «¡Rusia para los rusos!» y «White Power!». Por su lado Navalny arremetía en su blog: «hay que expulsar a las hordas de inmigrantes legales e ilegales que se arrastran hasta nuestros vecindarios como bestias».

¿Giro liberal?

Aparentemente a partir de 2013 se produjo un punto de inflexión en las opiniones políticas de Alexei Navalny. Al presentarse como candidato a la alcaldía de Moscú decidió limpiar su imagen y atenuó su retórica nacionalista, tuvo un buen resultado, logró el segundo lugar y la prensa occidental volvió a prestar atención a “un político decididamente anti-Kremlin”.
Desde ese año, al menos en público, Navalny habría abandonado sus creencias racistas. Su actividad política se dirigió hacia los jóvenes insatisfechos que viven en Moscú –y que se inclinan generalmente hacia la izquierda-. En definitiva, para ganar el apoyo la juventud rusa dejó en un segundo lugar sus posiciones de extrema derecha.
Sin embargo, ¿cambió realmente Navalny? ¿Dejó atrás su racismo?
En 2016 condenó la prohibición de la organización de ultraderecha “Marcha Rusa” y en 2017 el diario inglés The Guardian, le pregunto si renunciaba a sus puntos de vista racistas, Navalny se negó a responder.
Tres años después, en una entrevista con el diario alemán Der Spiegel admitió que mantiene el ideario nacionalista que tenía a principios de la década de 2000: «Tengo los mismos puntos de vista que tenía cuando entré en política. No veo ninguna contradicción en promover los sindicatos y al mismo tiempo exigir duros requisitos para la entrada de los migrantes de Asia Central”.
Hoy en día Navalny se posiciona a sí mismo, o mejor dicho ha sido posicionado por otros, como un político liberal que se propone erradicar la corrupción y desarrollar vínculos más estrechos con Occidente.
Para alguno de sus partidarios estadounidenses es un personaje parecido a Mandela o Gandhi. Hace un tiempo el exembajador de Estados Unidos en Rusia, Michael McFaul, escribió para The Washington Post: “La lucha heroica de Navalny no es diferente de las luchas de Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y Václav Havel. Si bien Navalny aún no ha tenido éxito, no debe haber duda de que su causa es buena y justa».
Cuando se trata de dinero, la política económica de Navalny ciertamente ha sido consistente con las ideas liberales. Tras la caída de la Unión Soviética, trabajó en finanzas y fue un firme defensor de la economía capitalista, llamándose a sí mismo «un fundamentalista de mercado».
Pero cuando en 2018 se le negó el permiso para participar en las elecciones (debido a una condena penal por fraude) publicó un manifiesto en el que detallaba su política. Muchas de estas ideas los hacían aparecer como un hombre de izquierda; propuso un salario mínimo, atención médica y educación completamente gratuitas. Pero, ojo, también incluyó los pilares del neoliberalismo, como bajar los impuestos y reducir la presencia del Estado en la economía.
Tomadas al pie de la letra, la mayoría de las posiciones de Navalny son muy similares a las que mantienen los partidos liberales en Europa. Sin embargo muchas de sus opiniones siguen siendo de un rabioso nacionalismo. Por ejemplo, mantuvo una retórica patriotera durante la guerra en Georgia: “debemos disparar misiles de crucero contra el Estado Mayor del enemigo. Los georgianos no son nada más que grizuny”.  Para entender lo que dice en su blog “grizuny” se puede traducir como, roedores o ratones.

¿A quien le importa lo que piensa Navalny?

Dejémoslo claro. Para un segmento de los partidarios de Navalny –tanto en Occidente como en Rusia- sus opiniones importan muy poco. Para estos sectores, Navalny es la personificación del sentimiento anti-Putin y el líder que llevará a Rusia a una democracia liberal al estilo occidental.

En 2013 el periodista ruso-ucraniano de izquierda, Matvey Ganapolsky lo calificó como «una herramienta» para avanzar hacia «elecciones honestas», porque sus opiniones «anti-Kremlin son similares a las nuestras”.
El conocido mantra de Ganapolsky, «el enemigo de mi enemigo es mi amigo» sigue guiando a muchos de los seguidores de Navalny que se ubican a la izquierda. Estos “izquierdistas” instan a quienes critican a Navalny a olvidarse de sus opiniones políticas y a centrarse en el objetivo más importante de un sector de la oposición: eliminar a Putin.
Para muchas de estas personas Navalny es un medio para lograr un fin. No quieren que se convierta en presidente ni que llegue al poder, sino que simplemente ayude a derrocar a Putin.
Otros, los menos, creen que el personaje, otrora racista, ya ha cambiado sus viejas ideas. Pero, a decir verdad, independientemente de sus verdaderas opiniones, Navalny es el único político de oposición en Rusia que tiene una buena cantidad de partidarios nacionales y que además cuenta con el apoyo de potencias extranjeras… aunque unos y otros no estén de acuerdo con sus puntos de vista.

Entonces, ¿que piensa realmente Navalny?

Por las fuertes raíces racistas de Navalny y una década de apoyo de los liberales de Occidente resulta muy difícil saber qué piensa realmente este político. Es posible que todavía sea un nacionalista o ahora sea un liberal. ¿Quién sabe? Pero lo cierto es que se ha convertido en un político oportunista, sagaz y polivalente.
Ahora, si Navalny quiere tener éxito, tendrá que crear una base que abarque todo el espectro político. Y lo más seguro es que utilizará el populismo para atraer tanto a los nacionalistas rusos como a los liberales prooccidentales. En este sentido su tendencia a cambiar de postura política puede serle de gran eficacia. Navalny puede ser potencialmente el único político capaz de contar con el apoyo de jóvenes, de liberales, de monárquicos de extrema derecha y del movimiento LGTBI.
Sin embargo los liberales no son sinceros al proyectar la idea de un Navalny progresista. Sus puntos de vista son similares a los del primer ministro conservador de Hungría, Viktor Orban, o de la líder de la oposición francesa Marine Le Pen. En realidad el líder ruso está muy lejos de las políticas liberales defendidas por Ángela Merkel o Emmanuel Macron.
Al fin y al cabo, sus partidarios occidentales pueden llevarse una sorpresa. A veces, en el curso de la historia “el enemigo de mi enemigo” también resulta ser un peligroso enemigo.

*(Tomado de Rebelión)

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